jueves, 10 de marzo de 2011

COMO UN PERRO

A veces yo me siento sólo un perro.
No “apenas un perro”, no. ¡Todo un perro!
Y no, tampoco, cualquier perrillo que va por ahí meneando alegremente la cola,
y doblando graciosamente las orejas, como esos que se evocan, automáticamente,
al decir la palabra “perro”. ¡Nada que ver!
Me siento un verdadero perro.
Una de aquellos a los que no les cabe otro nombre u otro adjetivo más definitivo y acertado que PERRO.
¡Un perrrro!!! Un animal completamente perruno.
Y voy husmeando en la podredumbre,
buscando, morbosamente, el olor más picante y nauseabundo del basurero.
Olisqueando con ansiedad las bazofias más asquerosas,
tras el desenfreno completo del olfato.
Descartando con repugnancia las medianas pestilencias de los desperdicios recientes
y la sequedad inodora y fútil de lo ya completamente descompuesto
y en peligro de nueva germinación.
¡Nada de eso! Quiero el hedor y el aspecto, inolvidablemente indigesto, de lo que parece ya para siempre dañado.
Me siento un perro cuando respeta intransigentemente su condición,
y, por tanto, busco ese punto exacto de putridez absoluta,
sólida, líquida o gaseosa, no interesa. No discrimino el estado con tal de encontrarla.
No me importa que esté en los vapores expelidos por las cosas en putrefacción o en las segregaciones de los corrompidos cuerpos.
No sentiría, siquiera, pudor alguno de que provenga del cadáver de otro perro fracasado en el intento de lo que hago ahora mismo…¡Tal es el nivel de perritud que siento!
Y me revuelco en el piso, para sentir lo peludo de mi perra anatomía,
y siento el regusto en la boca de comer directamente la cosa
y acerco mi hocico de perro al plato y como saboreando y masticando ruidosamente, como cualquier perro…
Y devoro la carne dispuesta para mi digna cena, como si comiera carne humana, que es, al fin y al cabo, la secreta fantasía de todo perro. Eso lo sé ahora porque me siento perfectamente perra.
Y hasta siento en el cuerpo la necesidad de un estruendoso ladrido,
que retumbe en toda la casa y haga venir desconcertados a todos sus habitantes.
Pero recuerdo que, por más real que sea esto de sentirme un perro, no lo soy…aun.
La otra parte del tiempo sólo anhelo tener esta misma sensación.

miércoles, 2 de febrero de 2011

10 claves para escribir un libro

Tomado de: Mujeres Poetas Internacional


Planifica tu libro. Escribir un libro es como construir un edificio: antes de empezar a escribir asegúrate de tener un plano. Piensa bien que quieres contar, cómo vas a organizar la información en capítulos, cómo vas a terminarlo.

No te dejes vencer por la página en blanco. No olvides que todo lo que escribas puede ser después corregido, re-escrito o incluso borrado, así que, simplemente, escribe. Sin prisa, sin presiones, pero con constancia. Recuerda que no se trata de escribir una obra maestra, solo de terminar tu libro.

Lee. La lectura es el oxíggeno del escritor, te inspirará y te motivará. Si estás escribiendo una novela o un poemario, lee novelas y poemas. Si estás escribiendo un libro de no ficción –un ensayo, un libro de auto-ayuda, un recetario...- lee libros parecidos. Leer es el calentamiento de la escritura.

Imponte un horario fijo de escritura. Puede ser dos horas cada tarde, las mañanas del fin de semana, o tres horas el jueves por la noche... No importa. Lo esencial que, una vez decidas tu horario de escritura semanal, lo respetes. Solo alcanzarás la cima de la montaña si caminas aunque sea poco a poco.

Ten siempre a mano un diccionario. Es la herramienta básica del escritor, tanto para escribir una novela como un libro de no-ficción; en especial el Diccionario de Sinónimos y Antónimos. Te ayudará a expresarte mejor y a no repetirte. Si escribes ficción (novelas, relatos, poesía...) te será también muy útil un Diccionario Ideológico.

Busca tu propia voz. No intentes escribir de forma complicada, con frases largas o con un lenguaje complejo. Sé tú mismo/a. Ten en cuenta que el primer propósito del lenguaje es transmitir ideas, por lo que la claridad y la sencillez pueden ser nuestros mejores aliados, especialmente si estás escribiendo tu primer libro. Imagina a tu futuro lector como a un amigo, no como a un juez.
Documéntate a cada paso. Necesitas la precisión, la concreción y la exactitud para que tu libro sea interesante. Esto es así para cualquier tipo de escrito: si eres novelista y tu personaje viaja a Londres busca nombres de calles o lugares concretos de la ciudad. Si habla con un antropólogo, busca los términos que éstos utilizan para expresarse. Y si escribes un libro de no-ficción reunir datos es un paso esencial para que éste resulte útil a tus lectores.

Busca opiniones externas. Pásale tu libro a amigos, a conocidos o –mejor aún- a personas que creas que reúnen las características de tus futuros lectores. Pídeles su opinión de forma muy concreta: qué les ha gustado más de tu libro y qué menos; si en algún momento se han aburrido o si hay algo que no se entiende bien. No te pongas a la defensiva e intentes convencerles de que tu libro es muy bueno: acepta sus opiniones y tómalas en cuenta a la hora de revisar.

Revisa lo escrito. Relee lo que vayas escribiendo y ve haciendo los cambios que creas oportunos. Cuando termines el libro, déjalo reposar unos días y después vuelve a leerlo con nuevos ojos. No temas reorganizar los capítulos, alterar frases o expresiones o incluso recortar trozos enteros. Las palabras son tu material de trabajo, moldéalas como necesites.

No olvides que a escribir se aprende escribiendo. Nadie nace escritor. El primer libro siempre cuesta más y puede que el resultado no nos satisfaga al 100%... No importa, tómatelo como una práctica: el próximo saldrá mejor. Escribir es como cualquier otra actividad en la vida, cuanto más la practicamos, mejores son los resultados.


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El equipo de:
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