viernes, 12 de abril de 2013

Un poema que se respeta



El poema siempre debe ser precavido,
y no, esto no es paranoia,
es que ningún poema que se respete puede andar por ahí desarmado,
por más tranquila que se vea la página en la que habita...
nadie sabe qué puede suceder en cualquier momento,
y un poema indefenso
frente a cualquier peligro -por inofensivo que sea
o parezca-,
sería un poema muy estúpido.
El poema nunca debe corrrer riesgos sin sentido.

El poema debe ser independiente,
libre y autosuficiente,
pero nunca megalómano ni pagado de sí mismo,
un poema que se respete huye de la pedantería,
porque sabe que es una ridiculez.
El poema debe estar seguro de sí,
conocer su valor y respetarlo y defenderlo frente a todo...
frente a todos.

Un poema que se respete debe ser o un completo subversivo,
o serenamente respetuoso.
sin bajar la mirada jamás,
debe hacer las debidas reverencias
y cumplir con las formalidades pertinentes,
pero sin perder su esencia, ni su garbo, ni comprometer su dignidad...
pues no hay nada más impropio y repugnante
que un poema adulador...
aún para aquellos a quien va dirijida su lisonja.

Un poema que se respeta o no dice nada
o sólo insinúa, dejando un poco a la imaginación,
levantando así muchas opiniones diversas, encontradas,
coincidentes, confusas,opuestas,
o dice tanto que lo dice todo
y asì deja a todo el mundo sin palabras.

Textos megalómanos con ínfulas poéticas.
Pseudoensayos

Rossalinna Benjamin
Santo Domingo, marzo 2011

jueves, 21 de febrero de 2013

Conjuro a la página hambrienta



                                                                                      " Epígrafe audiovisual aquí."



He aquí que estoy frente a la puerta
y dudo
acosada por el viento que sisea
como un niño retorcido en derredor
¡Ábrete sésamo!.
Se oyen profundos y lejanos susurros adentro
Mas no hay luz alguna
No hay luna ni algas
cercenando el brillo de esa oscuridad desnuda
bajo la falda alzada
Tiemblo
y empiezo a sudar frìo...

Llamo cortésmente:
¡Ah de bajo la falda!
Nada responde.

Solo el calor ahora llega
de adentro
con movimientos sutiles
de toda la falda alzada
que me turban y me retan a un tiempo
Mientras me animan màs de ciento cuarenta ladrones
 que rìen de codicia, anticipando el gozo
de cuando entremos decididos a la cueva
de esta letra luminosa
con que empieza mi euforia cuando grito
(con todos mis bandidos atentos)
a la orilla de la página:
¡Àbrete Sèsamo!
Y nos lanzamos
bajo su falda alzada a saciarla
 y nos engulle línea por línea
desde el miedo
 hasta el poema.

lunes, 24 de septiembre de 2012

CONVERSACIONES CON LA SEÑORA MARCEL BLUES  V
 










LA MIRADA


-Hola, Ross! Pero qué seria! Puedo saber de qué me he perdido?

-Nada, es algo que me pareció notar en alguien hoy.

-ah, pues tienes razón. No es nada.

Y se da la vuelta para irse tan tranquila que hasta me incomodo.

-Cómo así? Yo hablo de lo que vi! No que una imagen dice más que mil palabras?

-Exactamente. Una imagen es como una palabrería insoportable.

-Ya. Es usted cruel y absurda a veces, mi querida amiga. Entonces la ceguera es el feliz silencio de los ojos, no? -.

-Yo no lo habría dicho mejor, muchacha! Lo cual es mucho decir.
jajajaja Estoy bromeando! Eres un genio y yo estoy demasiado vieja como para reconocer mis limitaciones, es todo! Pero volvamos a lo que viste.

-Sí, bueno...vi no una imagen, no un conjunto de imágenes, vi toda una escena desarrollándose frente a mis ojos.

-Lo dices como si lo consideraras innegable, entonces porqué no suenas más segura?

-Porque estoy dispuesta a considerarlo desde otro punto de vista o del punto de vista de otro. Puedo escuchar una explicación y creerla si es convincente, adaptarla a lo que vi.

-Ay, Ross, querida, cuántas veces tendré que decírtelo: no estás obligada a creer siempre en algo, puedes no creer ni lo que viste ni lo que te digan y es perfectamente aceptable también, es a eso a lo que se llama libertad.

De qué te fías, de una mirada? No, hija mía! Toda percepción es prejuiciada, así entonces, toda impresión es imprecisa.

-Pero, señora Marcel Blues! Una mirada es un sondeo del intelecto y del alma al exterior. Una auscultación del ser a lo extrínseco. Un reconocimiento elegante a Lo Otro.

-Ese es tu punto de vista.

-Y para ud, qué es entonces la mirada?

-La mirada. Bien, diría que es la mirada esa exuberante carrera contra el tiempo en que la luz viaja límpida a encontrarse con la idea y regresa cargada y adulterada con la imagen.

-Entonces...visiones, impresiones, percepciones...son simples especulaciones del ojo, de los sentidos?

-Sí. Peor que nada del ojo: esa lámpara ciega que se deja manipular  por el miedo o la expectativa.

-Ves lo que esperas o temes? Creas las cosas al mirarlas a la medida de tus temores o anhelos?

-Así es.Todo depende de lo que se figure el deseo.
Será tan rojo o tan negro o tan brillante o tan apagado, tan blanco o tan sucio como quieras.
Esto, lo que ves, no es más que el aleteo impreciso de tu ansia.
Y la verdad es aquella figura imposible que pierdes por la velocidad incorrecta de cada golpe de vista.

-Wow!

-A tus órdenes!
dijo bromeando con una exagerada y teatral reverencia.
Se alejó casi bailando. Muy satisfecha de nuestra pequeña charla.
O al menos, es así como lo vi.

martes, 7 de agosto de 2012

CONVERSACIONES CON LA SEÑORA MARCEL BLUES

 Parte IV

HA ESTALLADO EL DESAPEGO
"Crónicas de un Basilón"



Por: Rossalina Benjamin

No bien habíamos terminado de hablar la señora Blues y yo, cuando veo un mensaje de mi amiga la poeta en mi móvil. "No se va a morir ahora", pienso. No me puedo creer lo que veo en la pantalla:
"Me muero de la rabia, Ross, están distribuyendo mi libro clandestinamente, masivamente. Y a mí misma ni siquiera un ejemplar me han entregado. Maldita la hora en que firmé ese acuerdo y creí en esa gente!".
Todavía sin habla se lo muestro a la señora Marcel Blues. Quien se queda con la boca abierta.
Luego la veo pensar lejos con el ceño y los labios fruncidos. Sacude la cabeza y me dice que llame a mi amiga y trate de calmarla. Nos despedimos. Ella va muy rápido. Yo no sé qué pensar, pero al otro día supe de qué se trataba todo. Déjenme que les cuente:
 
Indignada la señora Marcel Blues con la canallada cometida con la humilde y talentosa poeta se expresó en estos términos: "Ah, no, no,no!! Eso sí que no lo tolero! Le masacran el libro, ni siquiera le dan a la pobre chica los ejemplares que le corresponden según el contrato, ni la colección de libros de sus compañeros, como a los demás, no le publican ni le dan ninguna explicación o piden excusas, le ven la cara de tonta para que no reclamara sus derechos esa noche como debía y encima deshonran la palabra dada de No distribución, regalando el libro a escondidas??? Pero qué tipo de mezquindad es esta??

Solo porque la infeliz no tiene recursos, ni renombre ni quien de la cara por ella, que no crean que van a seguir añadiendo ultrajes. Eso no! Ya verán quién es Marcel Blues cuando presencia un abuso!!"

E inmediatamente marcó un número de teléfono y conversó con alguien al otro lado de la línea en un idioma desconocido para mi, pero que me puso los pelos de punta, ya que sonaba peligrosamente musulmán.

Colgó y suspiró complacida. "Muy bien, Ross! Puedes decirle a tu amiga la poeta, que duerma tranquila, Marcel Blues está a cargo y el contraataque está en camino."

Conociendo a la intrépida mujer, no podía menos que temblar de ansiedad. Qué coño estaba planeando? Cómo que el contraataque? A quién diablos había llamado y adónde? No podía comenzar una guerra por un pendejo lío de poesía. No estaría tan loca. O sí?

Esa noche no pude dormir. Así que aproveché para despacharme otros 10 poemas de "El Festín", el libro de poesía más gordo que había visto en mi vida y que según su propio autor, a quien admiro rabiosamente, correspondía a sus (S)Obras Completas.

Al cerrarlo y mirar la hora, vi que ya eran las 9:00 a.m., hora de ponerme en acción y como si pensar la palabra "acción" presionara alguna especie de botón metafísico y pusiera en marcha un mecanismo alterador de la realidad, tocan a mi puerta con fuerza y una voz retumbante con acento de talibán pronuncia mi nombre completo, el de mi Acta de Nacimiento, que ni mi madre se sabe bien. Por supuesto, me asusto.

-Un momento! Quién es?- (qué mala idea no haber ido al baño antes de leer!)

-Es el vengador afgano enviado por la Agente K-69 Occid. Me responde con impaciencia. Por favor, abra, podría haber problemas si alguien me ve aqui. No queremos involucrarla.

-Pe-pe-pero, y-yo-yo no conozco a ninguna agente!- Me sudan las manos y el alma.

-Abra ya! Déjeme ver el papelito. Ah si, dice que ud. la conoce como la señora Marcel Blues. Ud. debe llevarme ante los enemigos de la poeta. Tengo órdenes de ajustar cuentas y no tengo todo el día!-

No tengo opción. Tengo que abrir. Quién me manda a meterme en problemas con poetas!

Abro con cuidado y me quedo fría al escuchar lo que dice con tranquilidad el hombre frente a mi: Bueno...Hola! Llámeme El Vengador Desapegado. A quién es que hay que matar?

Abro los ojos atónita y miro su rostro decidido. Este rostro:

CONVERSACIONES CON LA SEÑORA MARCEL BLUES

Parte III
ESPERANDO A GODOT ...CON  EL LIBRO
"Crónicas de un Basilón"
Por: Rossalinna Benjamin
 
Ya le había detallado con puntos y señales (y con mucho malestar de mi parte) a la resuelta señora Marcel Blues, el abuso cometido con mi amiga la poeta, a quien, por la envidia y mezquindad habitual en los medios literarios del país, habían ridiculizado públicamente al imprimir un bosquejo de su libro.
Sucede que la chica había salido prácticamente de la nada, al ganar un premio nacional de poesía joven y a partir de eso acaparar toda la atención del medio, sin proponérselo ni desearlo. Entonces comenzaron a salir las cucarachas de la envidia y las ratas de la mezquindad hasta de debajo de las solapas de algunos trajes de "poetas" estatales.
Por esta razón, por decirlo a manera de fábula: 
"entendiendo que aquella pequeña luciérnaga estaba brillando demasiado, uno de los mediocres sapos del charco poético local decidió aplastarla, no fuera que su esplendor lo opacara a él más de lo soportable. No importaba nada el hecho de que el brillo de la luciérnaga iluminara el panorama haciendo más agradable la estancia, que era la única intención de la infeliz. Ni que a la mayoría le complaciera la claridad que su llegada había traído sobre el charco".
...Y entonces dice la señora Marcel Blues, luego de meditar: "No te preocupes Ross, si es verdad que esas personas del Ministerio de Cultura piensan que la poesía de tu querida amiga vale la pena, resolverán el desastre hecho con su libro con altura, es decir, publicándole el verdadero coronando así un cambio de gestión con elegancia. Si no lo hacen, ya sabes que solo decian todas esas cosas alentadoras sobre su poesía para embobarla mientras recogían sus bártulos. Típico! Pero esperemos lo mejor. Siempre es mejor esperar lo mejor".
Miré a la señora Marcel Blues como si estuviera loca, ya me imaginaba lo que diría mi amiga sobre eso, pues ya estaba enfermando de ansiedad. Pero, como dijera la sabia señora "siempre es mejor esperar lo mejor". En tanto, el esqueleto esperanzado de otra Penélope arrancaba y reordenaba páginas de un diario trunco, lo que debió ser un magnifico libro de poesía. En los corrillos literarios de la zona, ya todos lo habían bautizado con el mote de "El Diario del desaperro" y como autor no mencionaban a mi amiga si no a un prófugo de la justicia poética conocido como The Bas El Asesino de Libros.

jueves, 26 de julio de 2012

CONVERSACIONES CON LA SEÑORA MARCEL BLUES


 Parte II
Del libro inédito: 
"Pregúntale a Rose"
Anécdotas, ensayos, preguntas y respuestas sobre el sexo y las relaciones  
Por: Rossalinna Benjamin


                  UN ESCALÓN HACIA NOSOTRAS
                        En defensa de las lesbianas    


Entro acalorada a la asamblea del Congreso. Entre el público destacan los impecables diputados y las lesbianas y activistas hembras y varones, radiantes en sus camisetas rosas con el arcoiris de la bandera LGBT en la espalda. Camino con mi grabadora encendida hacia los laterales del frente. El auditorio está asombrosamente silencioso. Todos atienden concentrados, fascinados incluso, a una enérgica e iluminada señora Marcel Blues que desde el podio está diciendo en aquel instante:

 “…Y a esos violadores de lesbianas, y todos esos equivocados respecto a las preferencias de estas increíbles mujeres, tengo que decirles esto:

Lo siento, me encantaría poder satisfacer con una mentira piadosa, su ego tan masculino, que simplemente no soporta la idea de que una mujer pueda preferir el sexo con otra mujer, antes que con un hombre, pero cada vez que se acuesten con una obtendrán en lo que acontece las respuestas, los motivos que lleva a un proceder tan incomprensible, inasimilable y por tanto inadmisible para ustedes, que están encerrados, chocándose perpetuamente contra las duras paredes de su cuadrado cerebro masculino.

Sencillamente, con uno que otro agravante o atenuante, ellas prefieren el sexo femenino porque con este pueden alcanzar una mayor plenitud del goce. Y, por supuesto, que no hablo sólo de sexo, pero en esta ocasión me voy a referir más que nada a ello, por ser lo más básico.

Para nadie debe ser un secreto, a estas alturas, que la intuición femenina es la fuente de la empatía. Los hombres que logran empatía con los demás hombres y mujeres, es porque se han puesto en contacto con su femenino lo suficiente para adquirir este indispensable rasgo de carácter. Una vez el hombre reduce la brecha entre su masculino y su femenino, ya comienza el proceso de identificación con la mentalidad, el carácter, el sentir de las mujeres y una vez logrado eso, lo demás es pan comido. No exageran los chistes que implican lo difícil de comprender a una mujer. Quien pueda hacer eso, puede recrear el mundo.

Pero lo cierto es que por mucho que se acerquen los hombres a esa identificación con la feminidad, siempre una mujer lo hará mejor, porque ya lo trae en su ser cuando nace y se afina con la experiencia.

Entendido esto, no es entonces de extrañar, que también en el sexo, una mujer pueda llevar a otra a cumbres más elevadas de placer que un hombre común y corriente. En la cama un hombre puede suponer, imaginar, inventar, probar; una mujer intuye y guiada por esa profunda identificación con las necesidades de su compañero, darle exactamente lo que necesita. Además de que (al margen de las diferencias entre unas y otras), la mujer sabe, por sí misma, exactamente qué hace vibrar a las mujeres y cómo debe hacerse.

Entonces, ¿quién mejor que una mujer para entender-complacer a otra mujer?

Esto les dolerá, queridos, pero las mujeres, que honestamente piensan, dicen y creen que el sexo con hombres comunes y corrientes es lo máximo, en muchos casos es porque no han probado el sexo con otra mujer. Con otra mujer que entienda y goce el sexo en toda la magnífica extensión del concepto femenino.

Entrevisté a una pareja lesbiana amiga mía, saludo su presencia en esta sala, y  Sandy declaraba al respecto: “es inexplicable la singularidad de este placer, es un disfrute más allá de cualquier razonamiento. Cuando tenemos sexo no necesitamos asumir roles, es totalmente natural: dos mujeres haciéndose gozar y gozándose mutuamente, en todas sus infinitas posibilidades. ¿Puedes imaginarlo? Es pleno, diferente, único ¡perfecto!”.

Y su novia Kelly añadió: “No me veo imaginando a  Sandy como un hombre, si necesitara eso para sentirme plena buscaría un hombre, por lógica. Precisamente lo que me hace lesbiana es que prefiero a las mujeres, eso es sentido común. Amo su cuerpo de mujer y su alma de mujer. Es su naturaleza femenina lo que me atrae. Y no, no “llega el momento en que anhelamos o necesitamos un hombre”, como cree mucha gente. Nosotras en nuestra inmensa y poderosa sexualidad femenina hallamos el falo, que es absolutamente más satisfactorio que un pene. Esos hombres que piensan así de nosotras, deberían encontrar su falo también.”

Así es, caballeros. Comprender y tratar de asimilar esto, les traerá múltiples beneficios. Pues, aparte de evitar los problemas legales y sociales que su comportamiento erróneo les trae por atentar contra los derechos fundamentales de esos seres humanos, también mejorarán significativamente sus relaciones con las mujeres (incluyendo jefas, amigas, hermanas, madres y… ¡suegras!) No tengo que explicarles qué conveniente sería eso para sus estresadas vidas.

Asi que, ¿Por qué no se hacen un favor y avanzan un escalón hacia nosotras?, no sólo las lesbianas, no, sino hacia todas las del ser femenino. Y digo el ser y no el sexo, porque hay muchas entre nosotras que contando con una vagina no son mujeres, pues no encarnan en sí lo femenino. Tratan de imitar a los hombres y al quedarse cortas en ello, desarrollan envidia hacia estos y desprecio hacia sus congéneres.

De igual modo entre ustedes hay muchos que son verdaderas damas con verga. Hombres con una intuición tan desarrollada y un lado femenino tan bien asimilado que nos hacen sentir verdaderamente afortunadas de tenerlos junto a nosotras. No necesariamente gays, (aunque sí muchos de ellos), sino inteligente hombres heterosexuales que por su aprecio por las mujeres o por las razones que sea, se han aplicado a conocerlas, analizarlas, entenderlas, finalmente intuirlas y así lograr complacerlas. Aunque algunos usan ese conocimiento para manipularlas y hacerlas daño, gracias a Dios, esos no son mayoría. Gran parte de los hombres que hacen daño a las mujeres es, precisamente por lo contrario: por no entenderlas ni identificarse con ellas.

Cuando el hombre logra una empatía tal con las mujeres, no puede sino amarlas en su singularidad y aceptarlas en su pluralidad.

Aprendan esto y dejen en paz a las lesbianas. Ellas no requieren de ningún proceso sexual “correctivo”, ni de ningún tipo. Ustedes en su arrogante ignorancia  están tratando de forzar para entrar a un conducto al que sólo se puede acceder flexibilizándose. Lo único que logran en este absurdo intento es lastimar y lastimarse. En vez de este proceder inútilmente brutal, déjennos echarles esta mano y ¡Suban este otro escalón hacia nosotras!. ¡Muchas gracias!”.

Todos se ponen de pie y aplauden atronadoramente, silbidos y vítores por doquier. Jamás hubiera imaginado que aquello sería posible. Nuestro país es uno de los más machistas del Caribe. Pero las ardidas palabras de aquella inigualable mujer llegaban directo al lado correcto del cerebro, adonde podían procesarse adecuadamente. Había logrado tocarles la conciencia…y el corazón.

La señora Marcel Blues, termina de recoger sus papeles y baja del podio serena. De repente se da cuenta de los aplausos y mira tras de sí, luego hacia el frente donde todos le miran jubilosos y siguen aplaudiendo y felicitándola. Entonces, como si saliera de un sueño ella sonríe y sin entender bien la situación, comienza a aplaudir también, a silbar y gritar ¡bravo! alegremente.

Aprovecho para escabullirme entre el público, me toco el carnet de “Prensa” que me franqueó la entrada y me encamino rápidamente hacia el parqueo. Allí, justo al lado de mi pequeño Audi, abriendo la cajuela de su viejo Rolls, está una risueña señora Marcel Blues. –Hey, Rose! ¿Lograste grabar una buena parte del discurso? Confiaba en tu curiosidad para guardarlo en mis archivos, ya que olvidé mi grabadora, después de todo.- Me guiña de nuevo el ojo, divertida con mi azoramiento. Recuerdo de pronto esa escena de “El mundo de Sofía”, en que Wilde le guiña el ojo a Sofía desde el espejo. Ya se va haciendo costumbre con la increíble señora Marcel Blues.

Paso de la sorpresa a la mortificación y de esta a la risa. Es increíble cómo llega a conocerte una persona, tan sólo con un par de intensas conversaciones.

miércoles, 25 de julio de 2012

CONVERSACIONES CON LA SEÑORA MARCEL BLUES

                                                          Parte I
 Del libro inédito: 
"Pregúntale a Rose"
Anécdotas, ensayos, preguntas y respuestas sobre el sexo y las relaciones  
Por: Rossalinna Benjamin


LA DISTANCIA ADECUADA O EL PROCESO DEL DESENCANTO



-¿Adónde va tan elegante, señora Marcel Blues?- Le pregunto a mi ídolo del vecindario o probablemente del mundo, cuando la veo salir de su casa vestida como la princesa Diana en sus mejores días de asistencia a alguna causa benéfica. Es sorprendente el cambio que se opera en ella en ocasiones como esta, pues viste todo el tiempo ropa muy cómoda y con un estilo muy particular, algo entre hippy y amazona, que de hecho, le va muy bien.

-¡Oh, hola, Rose! ¡Eeeh…eres tú!- Me dice cortésmente, sin embargo, dejando claro en su gesto de levantar las dos cejas al mismo tiempo que no es ninguna sorpresa y en la forma en que casi desorbita los ojos, que en todo caso no es una sorpresa precisamente agradable “o más bien, oportuna”, diría ella siempre tan correcta y gentil, aunque con mucho carácter.

Sí, a ese nivel de profundidad conozco a la señora Marcel Blues. Y no es que seamos íntimas ni nada parecido, la señora Marcel Blues es la persona más hermética o, como lo expresaría ella: “amistosamente distanciada” que yo he conocido en mi vida. Paradójicamente, es la que más me ha enseñado sobre el ser humano y sobre el género femenino en particular. Y sé porqué. Ella me lo explicó, ¡claro!

“Es que cuando dos personas se acercan demasiado pierden la perspectiva, la visión del Otro se hace demasiado exagerada y por eso los conflictos y malentendidos. Imagina,
-me dice-, que estás mirando una imagen en una pantalla, supongamos que es la cara del chico que te trae loca. A una distancia muy larga, no tienes una real perspectiva de él, de su rostro, sólo puedes suponer los detalles, especular, imaginar, hasta inventar, ya que tu única fuente de datos es tu memoria. Sabes que tiene un barrito en la mejilla izquierda, pero no sabes si viene de una sala de cirugía estética donde se lo ha extirpado. Igualmente una persona a la que trates y se sitúe demasiado lejos de ti, no te dará la oportunidad de observarla, evaluarla, conocerla y valorarla en su justa medida y por tanto no puedes estar segura de nada y si lo estás o eres demasiado crédula (lo cual es malo) o podrías estar prejuzgando (lo cual es peor).

En cambio, volviendo a la imagen en pantalla y acercándola  a la distancia adecuada, lo verás hermoso, con su barrito intacto en la mejilla, perfecto en su imperfección, bellamente humano, tal cual es. La distancia adecuada entre dos sujetos es aquella en la cual cada uno tiene la mejor perspectiva del otro.

Sin embargo, acerca la imagen más y más y más todo lo que puedas… ¿Cómo lo ves ahora? O quizás la pregunta debería ser ¿Qué ves? ¿Eso ya no se te parece mucho al chico de tus sueños, verdad?  De hecho, me atrevería apostar que lo único que tienes ante la vista, todo lo que ves es esa enorme mancha abultada de lo que fuera un simple barrito y te parece realmente asquerosa.

¿Ves? Eso es lo que hace la mayoría de la gente, a menudo. Por esa razón tantas relaciones que pudieron ser grandiosas terminan rotas, porque no guardaron la distancia adecuada en la cual pudieran apreciarse mutuamente sin perder la perspectiva.

De tan cerca, los defectos se ven muy grandes, la belleza y las virtudes desaparecen, sólo se puede ver al otro como imagen, como un montón de pixeles cegadores y molestos en una pantalla, y por tanto, hostiles y fuera de nuestro alcance, imposibilitado de desarrollar una relación real con nosotros. Así las cosas, nos desapegamos y distanciamos emocionalmente para protegernos de la invasión, redundando todo en lo que llamamos el…

-Desencanto. Digo yo, sin poder evitarlo. Y cubriéndome la boca con las manos inmediatamente, abochornada por dejar escapar con mi admirada señora Marcel Blues, esa vieja manía de terminar las frases de mis interlocutores. Afortunadamente ella es toda una dama y además en verdad aprecia conversar conmigo por lo cual solo sonríe a medias y mueve la cabeza afirmativamente.

“Exacto: desencanto. Hasta la palabra es un poco fea. Algo que pudiera evitarse completamente si llevamos con prudencia el proceso de acercamiento a los demás. La mejor prueba de amor que puedes darle a alguien es respetar su espacio. Cuando lo invades, quebrantas su sistema de seguridad y por tanto, alarmas su instinto de conservación, poniendo todo su ser en alerta roja y colocándote a ti mismo en la posición de “Objetivo”.  Su ser, automáticamente comienza a percibirte como el enemigo.

Violar el espacio vital del otro es poner en peligro la confianza del otro, la relación y a uno mismo.

El afecto y el respeto son líneas paralelas interdependientes, donde se quiebra una se debilita (cuando menos) la otra.  Es difícil respetar a quien desprecias u odias. En cambio, siempre respetarás a alguien a quien verdaderamente quieras, pues si no sientes respeto hacia su ser, no hay tal afecto.

En conclusión, una de las cosas que más valoramos es nuestro espacio vital, nuestra intimidad, nuestra individualidad, una intromisión imprudente del otro es considerada un ataque a la integridad y por tanto una lesión al código relacional establecido. Al otro, a su espacio, hay que asomarse con la misma cautela con que toma un colibrí una gota de rocío de un pistilo de magnolia. De otro modo se corre el riesgo de quebrarlo.

 No exagero, Rose, ¡no me mires así!”

Me sonrojo: -No es eso, señora Marcel Blues, es solo que me parece una comparación bastante cursi. Perdone usted.-

-Sí que lo es, por Dios!- Ella me señala con el dedo entre carcajadas que le arrancan lágrimas. A punto está de arruinar su fabuloso maquillaje, al cual no termino de acostumbrarme. De algún modo, en la imagen que tenía de ella antes de hoy no encajaba para nada cosmético alguno. Pero esta nueva señora Marcel Blues es toda una revelación y es tan encantadora como la otra.

Me río también y me despido de ella agradeciéndole la charla. De camino hacia mi indispensable cita diaria con el río pienso con una sonrisa que al final la señora Marcel Blues no me dijo adónde iba así emperifollada. También pienso que de seguro en ese momento está haciendo lo de costumbre, es decir, devolverse agitada a buscar alguna cosa que olvidó. Miro hacia atrás para comprobarlo. Efectivamente, está abriendo la casa y desde aquí puedo ver sus labios moviéndose y su gesto malhumorado. Vuelvo a reir, imaginando las lindezas que debe estar soltando por esa boca bien pintada. La señora Marcel Blues, maldice que es un encanto. Me asegura que cada día aprende tres nuevas palabras obscenas para ocasiones como esas en que resultan tan útiles. Le pregunto que de dónde las toma y haciendo un gesto de restarle importancia, me responde: “ah, eso es lo de menos! Hay mucho de donde escoger: los reguetoneros, los libros de poesía, el muelle, los cobradores, ciertas amas de casa, las  estrellas de rock, el diario de mi último ex…infinidad de fuentes maravillosamente dotadas”.

Su voz, asombrosamente tranquila y alegre interrumpe mis pensamientos:

-¡Hey, Rose, ven aquí, por favor! ¿No olvidaste algo?-

-Usted me dirá, señora Marcel Blues- me hago la desentendida.

Ella ríe de lado, no se traga el cuento. –Bien, creí que querías saber a donde voy…

-No es necesario que me lo diga, señora Marcel Blues, no quisiera entrometerme en su espacio- la miro con cautela y se ríe.

-Ay, eres increíble, muchacha, llegarás lejos, lo sé. Sabes demasiado. En realidad me interesa que sepas adonde voy, pues muy pronto te hablaré de eso. Estoy camino de un gran acontecimiento, me dice mientras revisa su bolso, la primera reunión de la comunidad lesbiana del país con el Congreso. Haré una ponencia allí.-

Abro los ojos como platos. Gracias a Dios logro bajar la vista antes de que se enderece y me mire de nuevo y logro preguntar con razonable naturalidad:

-¿Es usted lesbiana, señora Marcel Blues? Uppps! Perdone, no me responda, es muy personal. ¡Qué torpe soy! ¡No aprendo nunca!

-No te preocupes, Rose. A ti puedo decírtelo y entenderás, eres casi tan Open Mind como yo. (¡Siento que voy a salir volando! ¡Dios, me lo dice a mí!). No, Rose, no soy lesbiana. Pero tengo otra condición que me hace más que facultada para ir a luchar por su causa: Soy mujer. Y…Rose, puedes tutearme, debe ser bastante pesado tener que llamarme por mi nombre completo cada vez.-

-Oh, gracias señora Marcel Blues, pero eso sí que no lo aceptaré. No podría acostumbrarme, ya sabe! La distancia adecuada- Sonrío por su cara de estupefacción. La señora Marcel Blues es muy extraña. Ahora siempre estaré temiendo su “desencanto” de mí. Al final se relaja y se encoge de hombros: -De acuerdo, la distancia adecuada!- Reímos.

Me guiña un ojo y se va casi corriendo a su auto.

“¡Por Dios, estoy retrasada!” La oigo exclamar mientras arranca.

Miro mi celular y ya estoy retrasada quince minutos para mi cita con mi amigo de agua. Espero que no esté malhumorado cuando llegue. No sé nadar.

La señora Marcel Blues es sólo un punto negro en su auto que a la distancia parece de juguete. He perdido la perspectiva de ambos así que mejor espero a que vuelvan a estar a la distancia adecuada.